En el mundo del mar hay muchos prejuicios y batallitas entre especies y clanes. No digo ya la lucha oficial entre la marina mercante y la navegación de recreo, sino la convivencia entre las distintas comunidades que compartimos la superficie del ancho mar. Hay pescadores, mercantes, remeros, hay amantes de la vela o bien de los yates, apasionados de las motos de agua o héroes de salvamento marítimo. Y cada uno de ellos es todo un mundo.
A mí me gusta la vela. Hay pocas cosas que pueda comparar a estar en silencio en medio del mar, movido únicamente por el viento, y como unido a una tradición que se remonta en el ser humano tanto como alcance la memoria. Y entonces a uno le molesta encontrar residuos de pesqueros, que han tirado las redes y los aparejos como si el mar fuera su vertedero. O esos tíos de los yates gigantes (nosotros les llamamos tractoristas), que ni siquiera se molestan en gobernar su barco. O los abominables cruceros y su incalculable contaminación.
La vela es todo un mundo. Infinito y maravilloso. ¿Quién no soñaría con cruzar los océanos? ¿Con vivir navegando y fondeando en calitas paradisíacas? Pero, sin embargo, es sólo un mundo. Y al final todo depende, por ejemplo, de los amigos que tengas y las aficiones que te transmitan. Si tus amigos tienen yates a motor, aprenderás a amarlos. Sin pegarte madrugones para preparar la travesía a vela o moviéndote con una capacidad de maniobra mucho mayor. Y si tus amigos salen en motos de agua, pocas cosas va a haber comparables al subidón de adrenalina atravesando el mar a toda velocidad. Lo mismo con el remo o con el submarinismo.
Entonces uno inevitablemente como nace en una comunidad u otra. Y yo creo que debe ser así, porque son, como digo, mundos enteros que no te los acabas en esta vida. Y son en sí mismas formas de vivir y de comprender el mar. Pero también, como en otras cosas de la vida, la cultura de uno se puede medir en la capacidad que tenga de comprender y de habitar la mayor cantidad de mundos posibles. Yo he nacido a la vela, y no hay quien me saque de ahí. Y uno tiene por maestros y compañeros a los amantes de la vela y del mar, a los buenos navegantes. Pero también, al mismo tiempo, cuando más he aprendido ha sido cuando alguien de otra tribu me ha transmitido su pasión por el mar de otra forma, desde su propia experiencia y paisaje mental. Yo por ejemplo no como pescado ni me gusta ver a los peces pescados, pero ¡cuánto he aprendido de los pescadores! Gente que de verdad vive y come del mar. Que se conoce cada roca y cada viento. Con sus inacabables supersticiones, herederas de una tradición milenaria. Con técnicas inagotables para cada presa, fondo y época del año. Y lo mismo podría decirse de la navegación a motor, del remo o del submarinismo, de los mercantes y hasta de los cruceros.
Hoy estrenamos blog y nueva página web. Y os invito a descubrir o a seguir disfrutando de la vela con nosotros en nuestro velero. Pero sobre todo os quiero animar a haceros a la mar y a que, de cualquier forma que lo hagáis, lo disfrutéis con amor y con respeto no sólo por el mar mismo sino también por los otros humanos y el resto de animales con los que lo compartimos.
Guillermo García
Patrón de Embarcaciones de Recreo